28 abril 2007

MIRANDO A YORICK


Observa bien el cráneo del bufón
tú, Horacio del tercer milenio.
Ayer hizo reír al rey y hoy,
es el quien ríe,
con su mueca sarcástica,
tan deslenguado como siempre.
Ahora ve claro
con sus cuencas vacías.
Pero no le preguntes,
no te oye,
los gusanos royeron sus oídos
mientras le iban contando los secretos
de la alquimia:
Cómo transforman
lo muerto en vida nueva.

Sabe bien su cabeza marfileña
ahora desamueblada,
aquello que nosotros ignoramos:

La vida es inhumana pero eterna.


NO MÁS PRIMAVERAS

¿Primaveras? Ya no
quiero las primaveras.
No con sus flores
cargadas de promesas
efímeras;
no con su adolescente
carnalidad, tan frágil,
expuesta a las heridas
del diente y el cuchillo.
No.
No me des primaveras
de sangre hirviente,
desatada pasión
y locura caníbal.
No. Primaveras no.
Basta de torbellinos,
olas y cataratas,
basta de hielo y fuego
siameses, yuxtapuestos.
No quiero
más primaveras ciegas
del estallido de la luz.

Dame otoños
flotantes como plumas,
meciéndose en la calma
de su cielo sereno,
tibieza.
Dame
grano, espiga, racimo,
fruta madura y dulce
en mi boca, que besa
sin prisa.
Agua
fingiéndose dormida,
cubriendo los remansos con su piel,
inundándolos.
Otoños, sí
que bailen
en el lagar, descalzos,
sobre el fruto jugoso
de la tierra y las manos.

El mes que me haga suya
ha de llamarse Octubre
verde y oro, risueño,
para amarlo
entregada,
con la lenta demora
de quien no tiene prisa,
beso tras beso, mientras
paseo por su tiempo
encendiendo, una a una
todas las brasas, todas
las pasiones, todas
las hojas
rojas
que habrán de calentar
los futuros
inviernos.

A GABRIEL, EMPEÑADO EN LA LOCURA

Tú, loco empecinado en mirarme a los ojos
como si en ellos existieran respuestas
a las incógnitas, a los misterios, a los jeroglíficos
de épocas pretéritas. Buscas bajo la herrumbre.
Tú, arqueólogo en mi geografía olvidada.

En serio. Debo recomendarte que abandones
la insana y peligrosa costumbre de acercarte
tanto a mi piel calcárea, a mi caparazón rígido,
a mis colmillos triangulares. Ponte a salvo.
No existe antídoto para este veneno.

Es mi último aviso. Si cuando el sol se ponga
sigues mirándome a los ojos así, como si el mundo
se ocultase en mis iris, te aseguro

que te diré que sí. Y te haré mío.

ETERNA

Eterna. Niña de viento,
vilano, blanca cometa,
azul mirada de azules
aguas de mar, malagueña.
Cuando te miro a los ojos
y no ríen, se me quiebra
en la garganta la voz
y el corazón de la pena.

Tienen tus pupilas honda
soledad, de espina vieja,
acíbar de amor amargo,
regusto de lunas negras,
y reconozco en tu piel
mis cicatrices añejas

Tú sabes bien que a los pies
de nuestras cruces gemelas
da su fruto un grano de oro
alma de nuestra cosecha.
El mío ya maduró.
El tuyo se mece y sueña.

Ahora que el amor se asoma
a cantar frente a tu puerta
ofreciéndote sus flores
con aroma de canela,
aprovecha los minutos,
brinca a tocar las estrellas,
despereza los latidos,
prende fuego a las candelas,
ríete de los colmillos
de los lobos. No les temas.
Vive al sol, que son dos días
y el futuro asoma cerca

Eterna. Niña de espuma,
alma de puertas abiertas,
muralla de viento y risa,
paloma de sombra y seda,
olvídate de las lágrimas,
estrena tu vida nueva


DONDE TERMINA EL DÍA


Sin llamar a la puerta
la visita la gris melancolía
aquella vieja agria
que dejó atrás
Vuelve para quedarse
hoy, que la ve sin fuerzas
para decirle: "Vete
noramala"
hoy, que ya no le importa
deshacerse en el polvo

Frente a frente
consumen la amargura
ardiendo en una taza negra
mientras,
sin prisa,
la arpía
desabrocha uno a uno los botones
que sujetan su piel sobre la ausencia,
agranda los vacíos,
los desgarros,
quiebra los asideros de palabras,
deshilacha uno a uno los amarres
para trenzar con ellos
la soga del cadalso,
grilletes de quietudes infinitas

No queda nada
Concluyeron prólogos y prefacios,
hijos, árboles, libros,
escriben por sí solos el resto de sus vidas.
Los viejos
terminan sus memorias sin ayuda
-todos morimos solos-

No hay amor
que se rompa con la ausencia.
Cada quién
tiene su viceversa en otros ojos,
sus huesos alojados
en otros brazos-cuna,
en otros vientres-cueva.

No tiene dioses,
patrias,
ni banderas
que enarbolar con fe.
No tiene credos,
razones
ni excusas
para seguir en pie.

Sus manos
construyen solo cimientos de humo,
castillos de nostalgias.
Sus ojos
ven
llegar por fin el momento preciso,
idóneo,
de construir la ausencia,
de callar,
mientras el agua inunda
la huella de sus pasos
y la pleamar
borra sus cicatrices.

Deja la habitación abierta,
libros,
músicas,
que otros vivan o maten.
Inútiles
las llaves
ahora que no regresa.

Se marcha con la Gris,
la vieja Parca,
donde termina el día.

LAND OF DREAMS


Far away
in a land into mist,
faded out,
unreachable for those
ironbound,
kept away
for the lonely
silent souls

there,
where the ocean lies over
threatening hills
like a quilt made of water
softening their sharp skins,

there
in the heart of time,
is where, timeless,
we dream.

And we dream about islands
playing Robinson' roles,
looking after a Friday
just to share
checked shores,
glancing at silver mirrors
No-man's lands
Nemo's coasts

And we dream about landscapes,
black-white sands,
swallow nests,
and the high tide which kisses
our ankle here and there
redrawing paths of shadows
into a common new shape

There is where we are hidden
scaping from the edge
of our vanity bodies
at the Vanity Fair.

There we dream about passions
and we dream about Faith,
and Friends,
and Now,
and Never,
and Life,
and Love

and Death.

MUCHACHO AZUL



El muchacho que toca el violín en el metro
es azul. Son azules
las notas que resbalan
por el arco sin puente,
por las cuerdas sin nudos,
por la curva pausada de la piel de madera.

Piel azul. Boca azul.
Azul tinta escribana
silabeando acordes,
en un inexistente,
azul, imaginario,
pentagrama.

Y las monedas a sus pies adquieren
también un tinte azul
como si fueran
gotas que se derraman
desde la pluma-fuente

Sin embargo,
mientras dejo la mía
-mi moneda-
me doy cuenta
y anoto,
que mi ánimo herido
lleva también
una mirada azul
de lejanía.


LEYENDO A BENEDETTI

Era un día cualquiera
de no importa qué griego
calendario sin signos.
Yo leía a don Mario
y tú estabas tan lejos
y tan cerca,
tan dentro,
como si la Utopía
encontrase su espacio
en el exacto límite
de piel y sentimiento.

Luego,
no estabas cerca,
ni lejos,
ni tan dentro,
callado te perdías
en la nada, despacio,
desgranando la sílice
intangible del tiempo.

Más tarde aún, de noche
yo seguía leyendo
a don Mario
y tú... tú no recuerdo
si cazabas ovejas
o contabas luceros,
sólo sé que era oscuro
y se veían negros
el papel y la tinta,
y el rostro de mi espejo;
que la luna, allá arriba
era un burdo remedo
de farola barata
huera de sortilegio.

Ahora
leo a don Mario,
y tú ya no estás lejos,
ni cerca,
ni hondo,
ni andas
en cuentas con mis cuentos,
ahora ya no te mueves
nadando en mis secretos,
sólo duermes,
letargo,
cueva,
pozo,
desierto.

¿Y yo?
Yo mientras tanto
con las palabras viejas
del maestro uruguayo
me abrigo.
Estoy quemando
el frío de mis huesos.

Y NO

Cuando te veo, y no.
Cuando es muralla tu palma ante los ojos,
arboleda doble que me mira, y no.

Cuando te hablo, y no.
Cuando es silencio tu boca a cal y canto,
lengua convicta que me grita, y no.

Cuanto te toco, y no.
Cuando es ausencia tu brazo en mi frotera,
puente sin río que me roza, y no.

Entonces no
miro, hablo, ni toco
la huella de tu huella
por no borrar tu paso.

Entonces yo,
al borde del camino,
soy sombra sin materia,
niebla, canción, vilano.


VIENTO SILENCIO


Viento de arco y saetas
de espadas
de lenguas
afiladas rasgando la distancia

Viento golpe de mazo
de puños
de alaridos
cárdenos, bajo la piel muralla

Viento de odio
de furia
de alacranes con dueño
Viento amargo
de muerte
de memoria-factura
de rencor
de cuentas atrasadas
Viento llaga en los ojos
del amor
que veía con las manos abiertas

Viento negro
Viento ofensa
Viento nunca
jamás
adiós

Viento silencio

OTOÑO


Me cuentas que el Otoño es una hoja
que cae, melancólica, hasta el suelo.
Una estación de tren con pañuelos de niebla
diciendo adiós, una sonrisa débil
del sol entre los sauces,
precursora de inviernos descarnados.
Mil olas que se apartan
dejando abandonadas caracolas de nácar
y botellas que no llevan mensaje.

Pero no, amor, no es eso -o no es eso tan solo-
Otoño no es un pueblo de sonrisa dormida.
Es regocijo y canto de taberna,
es fiesta de cosecha, con pámpanos jugando
al corro en los cabellos de las niñas.
Somos los dos, haciendo parapente
en el frescor del aire renovado,
colgados de las hojas de oro y carmín,
barquillas en el aire.

Otoño es una taza de humeante café
para tu boca dulce encendida en mi boca,
los verdes de las uvas-ojos, y de los pinos,
que no apaga el invierno ni la lluvia.

Otoño es esa luz que me llena el espíritu
y fructifica en mí tu siembra de luceros,
(arco iris de carne que quisiera estallar,
incendiándote el alma)

Otoño es tempestad, arremetiendo
para arrasar con todos los escollos,
romper murallas, anegar desiertos,
y cubrirte de agua, de vida, de deseo.

Otoño es fuego, hogar, recuerdo, vida,
atemperada calma, caricias en la noche.
Otoño es la pasión que se serena
y duerme entre tus brazos,
con sabores de bayas y de arrope.

No me digas que es triste,
ni solitario, ni gris, ni cadáver.
Por ti, y en ti, memoria de mi olvido,
llevo vestido mi corazón de Otoño
y todos sus colores palpitando en la sangre.


CHAPOTEANDO EN LOS CHARCOS

Ya sé que no debía comportarme
como una cabra loca, buen amigo.
Lo sé. Sé que no cuadra con mis años.
¿y qué? ¿Vas a decirme que estoy lista
para el cuarto acolchado y los barrotes?
¿Crees que a estas alturas aún consienta
ser más fuerte que yo a cualquier camisa?

Me da igual, ciertamente, tú lo sabes.
He perdido el decoro y la vergüenza
debajo de una piedra del camino.
Ahora, cuando me da, suelto la risa,
si tengo que llorar ya no me escondo,
si la luna me mira con su cara
empolvada de harina, trepo a lomos
del primer árbol, o bailo en la cornisa.

Y, por supuesto, ahí está la lluvia:
Ya. Ya sé que no cuadra, que no es propio.
Que a los cuarenta y mil me tocaría
ser algo más sensata, más "señora",
guardarme la locura para cuando
no me vean ni viejos ni aburridos
pero, siento decirlo, no me "pone"
la idea de dejar para mañana
-cuando esté el suelo seco y yo marchita-
chapotear, descalza, entre los charcos
y observar el reflejo de una niña.

PALOMA DE MEDIANOCHE

Paloma de medianoche,
potranca de negra seda,
manos de plata pulida,
cuello grácil, crin de niebla.
Tus castañuelas repican
en las baldosas de piedra
cuando, noctámbula, bailas
zambras de pasión y entrega.

Contra la luna dibuja
tu cuerpo su silueta
del pie pequeño al altivo
contorno de tu cabeza.
El aire caliente roza
la linde de tus caderas,
el pecho, pequeño y firme,
los brazos de enredadera.

Ata la luna cordones
de luz entre tus guedejas,
crenchas trenzadas de aulaga,
de dondiego y de azucena.
En la rama el ruiseñor
tiene la garganta seca
y el búho ulula su asombro
retorciendo la cabeza
por no perder de tu danza
una sola de las vueltas.

Paloma de medianoche,
potranca de seda negra,
cuentan las malas comadres
que no tienes quien te quiera
porque le diste a un marino
la lumbre de tus hogueras
prendida, como una rosa,
en una cinta bermeja.

Dicen -y no callan nunca-
que, cuando bailas, recuerdas
sus ojos color de uva,
sus brazos de recia teca,
su boca de sal y sangre,
su piel, con olor a brea,
y sus manos recorriendo
tu piel de menta y canela.

Baila, paloma de noche,
baila, potranca de seda,
¿donde andará tu jinete?
¿donde vuela su saeta?
¿donde sueña cuando duerme?
¿donde piensa cuando vela?
¿de donde soplará el beso
que ha de mover tu veleta?

En el hueco de la luna
una mariposa sueña
con alas de fuego verde
robadas a las luciérnagas.
Como campanas al vuelo
son los pies de una morena,
tañidos en un desierto
de cánticos de sirena
y, en el último repique
que anuncia el alba y se eleva,
por la ladera vestida
de olivos y de verbena
llega, cantando, un marino
con una cinta bermeja.


NOCTURNA EN BURGOS

Adusta y señorial, la anciana dama
no le teme ni al frío que la envuelve
ni a la lluvia que, fértil, acristala
el bajo del vestido y el empeine
de su botín de asfalto acharolado.

Yergue el cuerpo de piedra al pie del monte
del arcángel custodio que la vela,
jinete de aire, paladín celeste,
lanza de amaneceres y cimera
emplumada de nubes y de agrestes
ramas de roble y flores de ginesta.

Herretes de granito burilado
atraviesan su pecho, y le sujetan
húmeda cinta de gules y verdes
terciopelos de hierba en el corpiño
brocado de espejuelos que destellan
sobre fachadas vestidas de armiño.

II

He visto anoche el ángel: atisbaba
desde la blonda de encaje, bandera
sobre peineta de piedra tallada.
Santa María era blanca Madonna
con piel de niña virgen que blandiera
contra el azul un alfanje de luna
descabezando lirios y azucenas.

Se duerme Burgos. Me duermo en sus brazos.
Bastión de piedra que vela presencias
de sueños dulces, burbujas de aroma
a lluvia, prados y austera belleza.
Entre los campos velados de nuevo
el Cid cabalga un caballo de bronce,
Jimena ampara un azor en su diestra,
polvo y sudor, al destierro los doce
tras su señor cabalgando se alejan,
hierros cubiertos, la casta heredada,
(nunca es mendigo quien viste nobleza.)

Sueño que sueño. La sombra es tangible
como la luz que alancea su esencia.
En su regazo se anida un acorde,
el cimbrear de una danza invisible,
la vibración de una nota de alerta
y, mientras duermo acunada en el mimbre,
Semper fidelis un ángel me vela.
Besa su río mis labios: azumbres
de húmedas gotas de fresca pureza.


DEIMOS



Es un profundo vértigo.
Un mundo equivocado
de pies tanteando el aire
en busca de caminos,
y cabezas hurgando los escombros
en busca de respuestas.

Es una fiera náusea.
Un vacío infinito
de lenguas empolvadas con cenizas
de besos no nacidos,
y corazones hueros, arruinados,
como un baúl sin fondo.

Es una pesadilla.
Una habitación llena
de cuadros de futuros infernales,
paraísos rasgados
y utopías perdidas en roja niebla
de miradas fanáticas.

Es cuanto no quisiéramos
y aun más. La zarpa negra
de la Bestia del Miedo,
hurtando las razones.
Un monstruo residente en lo profundo
de nuestro íntimo infierno.


EN MIS OJOS LAS DOS

En mis ojos las dos,
camino y huella,
almas compás de espera,
carne joven, mujeres,
sangre júbilo,
sangre impaciencia
del amor, ay, amor
que llega y pasa
que llega y no se queda

En mis ojos las dos
laguna y tierra,
niñas risa en el alba,
fruta en sazón, mujeres,
agua cántaro,
agua conciencia
del dolor, ay, dolor,
que llega y se acomoda,
que llega y no se aleja.

En mis ojos las dos
seda y alfanje
En mis ojos las dos
rosa y arena
Las dos como columnas espirales
sosteniendo en sus manos
realidad y quimera
las dos caderas cuna
las dos pechos de siembra
las dos mujeres, rosas ciertas.

En mis ojos las dos pero...
¿cuando esos hombres
con corazones-ojos
que las vean?

EL HUECO DE TUS MANOS

El hueco de tus manos
acuna un mediodía y un camino,
una tarde de lluvia,
una calle en silencio,
una noche de luna,
una campana, una oración, un sueño...
una mañana, una canción, un tiempo
para soñar utopías y rosas,
para bailar un vals entre las hojas
del otoño cercano, que aparece
tras el verano dulce, y nos ofrece
tiernos panes de besos y quimeras,
de playas solitarias y de hogueras
alumbrando la noche, mil luceros
que, borrachos, cayeran sobre el suelo
junto a tus pies de sal, carne de azúcar,
rodando desde Gata hasta Sanlúcar
a hundir, después, su luz bajo las olas
como si derramasen amapolas
bajo un trigal de espigas marineras.

Antes que llegue el dedo del invierno
a helar el corazón y los recuerdos
bajo su frío seco que atenaza;
antes de que se cumpla la amenaza
y caiga la guadaña de la muerte
alcemos nuestras copas por la suerte,
brindemos por las flores, por los frutos,
el ruiseñor, la alondra, los minutos
que nos regaló el tiempo, generoso;
por el alba, el camino, los ocasos;
por el triunfo, la gloria, los fracasos
que dieron su color a nuestra historia.

No permitas que muera la memoria
de lo que fuera ayer tan tuyo y mío,
hazlo dormir, cobija ese latido
del amor, que reía y que jugaba
y agitaba banderas de oriflama:
el callado, el risueño, el impaciente,
el oculto, el secreto, el más ardiente,
ese amor que te tuve y me has tenido...
que duerma, como un querubín rendido
de jugar al balón y la rayuela
al salir, por las tardes, de la escuela.

Y así, dentro del hueco de tus manos
escrita entre la huella de sus palmas
me ha de encontrar al fin la muerte
en calma.

OJOS DE LLUVIA


Ayer buscaba el sueño entretenido
en el oscuro fondo de un armario,
sueño revuelto entre la ropa sucia,
atrapado en las rojas telarañas
de pasiones efímeras y sangre.
Entonces ocurrió, sin pretenderlo,
al levantar la vista de mis dedos
encontré tu mirada: ojos de lluvia,
nubes entre el azul, límpido y frío;
y tus brazos, tus brazos tan carnales
ciñeron mis costillas y me alzaron
hasta alcanzar la cumbre de tu boca
y besarte... besarte hasta el olvido
de días infelices y de sombras.

Acunada, fundida en una carne
palpitante y caliente, como el viento
que arrastra olor a trópico y salitre,
puedo dormir, por fin, un sueño dulce.
Se me ha quedado el corazón prendido
de una rama de álamo de plata,
y se mece, dormido como un niño,
enredado en la magia de tus ojos,
tus ojos, amor mío, ojos de lluvia,
nubes entre el azul, límpido y frío.

SIN TU VOZ

No oigo tu voz.
Vuelan tórtolas negras en esta primavera,
cuando zumban aviones como insectos furiosos
y las rosas que estallan son sangrientas heridas.

No oigo tu voz.
Los gritos la sofocan apagando tu grito.
No cruza la sambucca de tu boca a mis labios,
y no te veo, blanco, sobre mi piel de sombra.

No oigo tu voz.
La apagan los aullidos de los cuatro jinetes.
Vestida con harapos la Primavera vaga
entre los muertos, rotos
muñecos en los campos del Jardín del Edén.


EL HOY NO SABE

El hoy no sabe del mañana.
No hace proyectos. No vive de rentas.
No tiene tiempo que derrochar en dudas
porque se sabe efímero, mortal, caducifolio,
y ha de apurar los besos y las copas
antes de diluirse con la nada.

El hoy no sabe de promesas.
No las quiere. No le sirven
juramentos eternos de rutinarias flores,
porque las sabe falsas, cerúleas, inertes.
Quiere besar los pétalos fragantes
antes de que los seque la solana.

Consume por igual mieles y acíbar.
No rechaza la risa, ni rehuye la lágrima.
Devora ansioso el momento en agraz
por no morir absurdamente huero

ALBA DESNUDA


Sobre la roca desnuda
que corona el negro rayo
de azogue que vierte el río
en la matriz de basalto,
desnuda reposo el alma
bajo cuatro robles altos,
vestidos de verde bruma
y de muérdago perlado.

En las ramas de los robles
vigilan búhos cansados,
mientras el alba desgarra
el negro luto bordado.
Baila la hierba, desnuda,
sin más ropaje que un blanco
manto de desnudos pétalos
que el viento viene arrancando
de las cabezas erguidas
de escaramujos callados.

Desnuda de mí, la ropa
se derrama sobre el prado
que tapiza, verdinegro,
las márgenes del milagro.

Rompe el graznido del cuervo
el cristal del aire claro,
volcando desnudos ecos
de respuestas, a su paso.
Entre las ramas desnudas
del cadáver de un castaño
tejen las arañas sedas
de amortajar descuidados.
Los dedos del sol deslizan
un chal de hilos dorados
entre los encajes verdes
de las ramas de los álamos.

Un día que aún no conozco
de cualquier mes, cualquier año,
aquí, corazón desnudo
de amores y desengaños,
vestida solo de agua,
con prendedores de pámpanos,
desnuda el alma y el grito,
desnudo el pecho y el canto,
cerrará el alba desnuda
las hojas de mi diario.


CREDO



Creo en Dios,
pero solo si lo veo
en la vasta armonía de la Vida.
En lo pequeño de las cosas pequeñas.
En lo inconmensurable de las grandes.
O más cerca:
en la manos generosas
que ofrecen sin pedir
y reciben abiertas.

Creo que el Mal existe,
porque he visto de cerca sus colmillos
y su negra cosecha de ira y miedo.

Creo, también,
que el Cielo está
en unos ojos que miran sin hambre,
y el Infierno en el hambre de unos ojos
que miran a la Vida
y ven la Muerte.
Que el Amor es un faro
alumbrando la vida que cruzamos,
y el Odio un desperdicio
prescindible.

Creo en el Hombre
que se sabe incompleto
y busca las respuestas sin rendirse.
Y en la Bestia que habita
nuestro lado más negro,
dispuesta a devorar la luz que teme.

Creo
que cada gota de Tiempo es un milagro,
y muchos lo desprecian,
sin abrirlo siquiera.
Que hay Bocas
que merecen ser mudas de palabras,
pero también Palabras
que no merecen morir en las bocas.

Creo en la Risa que cura,
pero no en la que hiere;
en el Llanto que limpia,
pero no en el que ahoga;
en la Luz que ilumina,
pero no si deslumbra;
en la Sombra que vela,
pero no en la que esconde.

Creo en Ti,
y te acepto, con tu dulce y tu amargo.
Como yo, constructor de tu propio destino.
En tu palabra abierta
porque sé que no puede engañarme tu boca
más allá del engaño de mis propios sentidos.

Creo en Mí,
que soy fruto de mi propia cosecha;
que maduro y persigo
mi futuro imperfecto;
que me sé Libre y Cierta,
Elemental y Viva,
criatura del Todo y, como el Todo,
Eterna.

HOY NO QUIERO PENSARTE

Hoy no quiero pensarte.
Abjuro de mi fe. Me vuelvo atea
de este dios que me ata a tu cintura
con amarras de sangre enfebrecida.

Encadeno el instinto. Lo amordazo
antes de que pronuncie las palabras
para llamarte una vez más. Renuncio
a tu olor, a tu tacto, a tu recuerdo
impreso en cada poro, en cada gota de sudor.

No te pienso. Ya no.
No tiene sed mi lengua del agua que me ofreces.
Tan solo un leve rastro de memoria
da fe de que existías ayer:
¿Ayer? No lo recuerdo

Me rebelo. Rechazo
la idea de pensar en tu carne de fuego
palpitando en mi vientre,
áspid sobre mi pecho, alacrán en mi boca.

No te pienso ya más.
Mi voluntad es fuerte.
Más fuerte que ese hueco en las paredes
del corazón,
ese vacío pétreo, esa angustia
que se solidifica hasta volverse fósil.
Más fuerte que tus brazos
de niebla y humo azul, color de olvido.

No estoy pensando.
No estoy. No pienso. No.
Cerré la puerta y ¿ves?...

Ya no te pienso.

TARPEIA


Aquí. En Tarpeia.
Con los pies asomando en el vacío,
el cielo abierto sobre mi cabeza,
el horizonte abierto ante los ojos,
miro mi precipicio.

Aquí. En Tarpeia.
Sola, bajo la luz que se desangra,
ante la oscuridad que avanza, lenta,
inexorable, apagando los lirios,
deshago mi tapiz.

Aquí. En Tarpeia.
Cuando todos mis mares están secos
y todos mis amores entregados,
más pequeña, si cabe, ante lo inmenso,
rompo mi clepsidra.

Aquí. En Tarpeia.
Arranco las raíces de mi árbol
y abro, por fin, los brazos a la nada
aceptando que siempre he sido suya.
Y salto.

Aquí. En Tarpeia.
En los acantilados de lo inútil.


LAURA MATER

Mece tu vientre, joven Laura, un sueño
diminuto, tejido entre dos sangres,
que crece lentamente como dueño
absoluto del cuerpo de su madre.

De burbujas de arrullos hoy tus labios
se llenarán, y verterá el mañana
su dulzura en el hueco de tus brazos
y en tu regazo dormirá una nana.

Canción de cuna, vals de mil minutos,
que hoy alborota el fondo de tu entraña
y, acompasados, dos pies diminutos
de la mañana hasta la noche bailan.

Su olor suave, tierno, indescifrable,
te inundará ya el alma de por vida,
un latido de amor interminable,
una vida a tu vida entretejida.

Y aunque en el mundo solamente hay cierto
que todo cambia y nada es permanente,
tienes ya algo que no mudará el tiempo:
Madre serás, mujer, eternamente.


DILUVIO


Llueve.
Las palabras gotean sobre el papel.
Lo tiñen con memoria de un desvaído azul.
Los verbos se derraman en regueros.
Pretéritos futuros imperfectos
Presentes innombrables.

Desde la gris pizarra caen copiosamente
hasta los dedos-pluma (escribanos cansados)
adverbios grises sobre grises páginas,
dibujando borrones cenicientos,
grafismos ilegibles.

Se desmorona
nuestra Biblia de ayer escrita en verso
por dos caligrafías yuxtapuestas.
Solo quedan incólumes las cubiertas de piel.
Debajo, nada.

El último diluvio
arrastra, envueltos por el fango,
cadáveres de amor -de nuestro amor de ayer-
amortajados en hojas de papel.

TRANSPARENCIA.


Este es el cuerpo transparente
que tus ojos no ven porque no miran.
la letra que ya nada dice a nadie,
el tacto que tu tacto ya no toca.

Se ha quedado prendido
sin cielo, mar o tierra
bajo los pies de humo,
sujeto por los hilos de la niebla.

Un parpadeo
y todo es olvido.


LABERINTO

Como era de esperar fue inútil que llevase
atado en el tobillo un hilo de oro
para dar fe del paso de mis pasos
donde no quedan rastros sobre el polvo

Acabé -estaba escrito- por perderme
dentro del intrincado laberinto
de circunloquios, muros que protegen
al monstruo agazapado,
ocultando su esencia con palabras de adobe
-paja y barro- apiladas en torres de Babel

Sin brújula ni estrellas. Extraviada
entre bajorrelieves y arcanos logogrifos
encendí teas de sueños para ver lo invisible,
luciérnagas reclusas en fanales de vidrio,
lámparas con auroras boreales...
mas todo se apagaba en el vacío
No hay luz. Aquí no hay luz
capaz de iluminar lo que no existe

Más oscuro, más hondo, en el fondo del pozo,
el viejo y desdentado Minotauro psicófago
roe los restos tullidos de mi alma.

Se ríe. Sí. Se ríe eternamente.

ELLA

Creaba cada noche
días para soñar despierta.
Se extasiaba observando
las barrancas nevadas de la luna,
desde su lado oculto.
Hermética. Dibujaba visiones
en mandalas hipnóticos,
espirales galácticas y nubes.
Fugaz, ubicua, nunca quieta
en el mismo lugar, evanescente,
se perdía en las gotas de la lluvia.
Deshilaba la luz de las estrellas
y las cosía al borde de la falda
con volantes de espuma de las olas.
Era sombra en la luz, luz en lo oscuro,
música del silencio,
silencio en medio de la barahúnda,
flor del cactus, espina de la rosa,
mar del desierto, arena en la laguna,
cofre para el amor, amor en vuelo libre,
jaula vacía, grillo de la suerte. Era
abrazo de la brisa, viento en las velas,
árbol sin arraigar, raíz profunda
cántico de pasión y letanía.

Un día, como tantos otros días,
oruga sin mutar, se envolvió firme
bajo el hilo sutil de su mortaja,
bebió la noche, persiguió la senda
de Átropo sobre el filo del cuchillo,
y sin llegar a ser
la mariposa azul predestinada
se reencarnó en la seda de un suspiro.


DEBAJO DE LA PIEL

Que no se engañe nadie, la que habla
tiene manchada el alma, como todos;
es hija de Caín, como su raza
nacida de la tierra: Barro, lodo.

Mas también en el alma llevo impresa
la luz de las estrellas encendidas
en galaxias lejanas, los cometas...
Eternidad helicoidal: la Vida.

Camino tras un sueño y ambiciono
ser mejor, alcanzar sabiduría,
pero tropiezo, caigo, me equivoco,
avanzo y retrocedo cada día,

peco de vanidad y de modestia,
acaricio, golpeo, lloro, río,
de la locura voy a la paciencia,
me asusto, y de repente desafío,

traiciono, me traicionan, amo, lucho,
alzo los ojos, daño mis rodillas,
destrozo amor, padezco, bajo, subo,
consuelo, hiero, tengo pesadillas,

dudo, sé, sin zapatos me encaramo
por el tronco del Árbol de la Vida,
intentando alcanzar con estas manos
el fruto de la gnosis prohibida

Así, como otros mil en el empeño
transcurro por los años, arrastrando
el alma desgarrada hacia los sueños,
el cuerpo dolorido hacia el descanso.

Y al cabo, deshacerme, revertida
en lo que fui: carbón, agua y arena,
despojados del alma peregrina,
polvo estelar de vuelta a las estrellas.


JILL & JOE


Jill y Joe están sentados
frente a su ordenador.
La pantalla reluce
de puntos destellantes:
objetivos de asalto
sobre mapas electrónicos.

Jill y Joe llevan cascos,
micros y auriculares
ergonómicos, webcams
como terceros ojos
sobre sus rubias cabezas.
Una luz roja parpadea.

Jill y Joe controlan
el avance de sus tropas.
Los micrófonos hablan
entre ruidos de estática.
Soldados acorazados
en territorio enemigo.

Está prohibido fumar
en la sala de ordenadores.
Fumar perjudica
seriamente la salud
de nuestros jóvenes.
Son nuestro futuro.

En el ciberespacio
solo están permitidas
chispas de la vida,
enlatadas según mandan
las leyes del marketing.
Bebe Coca-cola peque.

El último grito en juegos
es “Libertad para Irak”
Lo tiene todo, dicen:
Estrategia y armamento,
tropas de élite, y civiles
que salvar del horror.

Sus compañeros virtuales,
avanzadillas en zona
enemiga, firmes aliados,
gritan por los auriculares
mientras golpean mesas,
y lanzan misiles cruiser
y granadas de mano.

"¡Dame más vida! ¡Pronto!"
Grita Jill a Joe desesperada.
"¡Enemigo a las cinco!"
Advierte Joe, a voces:
"¡Alerta camarada!
¡Vienen los iraquíes!
¡a cuchillo!, ¡a cuchillo!"


Pero la orden no llega:
Desde un puño irakí
desesperado, una navaja,
suiza -o sea, neutral-
acaba de cortar
todos los cables.

La realidad se ha colado
en el ciberespacio
a través de una grieta,
y los ha convertido
de repente en muertos
que no son tan virtuales.

"Este juego es una estafa,"
señala Joe a Jill
en un último agónico suspiro:
"Tengo vidas acumuladas
en la reserva... ahorradas".

Jill ya no le oye.

MORITURI


No importa qué país los vió nacer. Son todos
mendigos a las puertas de un falso paraíso,
Shangri-La imaginario donde el miedo no muerde.

Mamaron la derrota con el primer calostro
de los fláccidos pechos de la madre Miseria
que los parió marcados para sacrificarlos.
Nacieron con el hambre bajo el brazo, la rabia
como pan en su mesa, la injusticia su agua
envenenada y pútrida.

En su escuela sin paredes, aprenden
que no hay más ley que la ley de la selva,
la del que puede más, el que pega primero
y da dos veces. Aprenden, día a día,
-pluma del nueve largo y tintero de sangre-
que un enemigo muerto es un amigo vivo,
y no hay amigo bueno más allá
de las fronteras de su piel amarga.

Sin nada que perder. Con todo por ganar.
Saltan a la conquista de un incierto futuro
desde la orilla rota de la costa más bárbara,
donde forman sus filas de aspirantes a vivos,
legión uniformada de harapos y de mugre.

Estos que veis llegar son los desposeídos
que se tragará el mar, para escupir sus huesos
más tarde, en cualquier playa. Serán
sobre la arena blanca momias de algas parduzcas,
contra las rocas negras, banquete de cangrejos.

Mirad. Callad. ¡No!. ¡No mireis ahora!
Seguid así, impasibles,
como estatuas de mármol en los acantilados.
Contemplad como luchan y no movais un dedo.
No tendais una mano. No largueis una cuerda.
Dejad que venga el mar y devore las hordas
de los pobres que buscan alcanzar esta orilla;
no vaya a ser que, acaso, arriben hasta el sueño
y descubran que es frágil.

Ahora. Volved ahora la espalda y no mireis.
Dejad que el mar ahogue con su sal el aliento,
el grito, el rastro de agua de su existencia toda,
y los reduzca a pulpa pálida y tumefacta.
¿Han muerto ya? ¡Perfecto!. Ya son menos.
Teneis las manos limpias. El mar hizo el trabajo
esta vez... otra vez... una vez más... Cerrad
los oídos a todo. Si oís llamar, no es con vosotros.
¿O acaso alguno se atreve a responder?:
¿Que has hecho con tu hermano, Caín? ¿Donde está Abel?


ALBENTE CÆLO

(Al despuntar el alba)

Mira el alba en silencio, con mirada serena,
creciendo lentamente desde el luto liviano
de la noche asfaltada, ciudadana, distinta,
con sus falsas estrellas de neón en las calles.


Mira el alba. Se abre como un párpado frágil,
y aparece el destello de una pupila de oro,
intensa, deslumbrante como una joya líquida.
El fulgor intangible que descubre lo oculto.


Mira el alba. Otra vez se despierta la tierra
bajo la recia costra del alquitrán reseco,
bajo miles de pies con zapatos de hojas,
aunque tú, caminante dormido, no la veas.


Mira el alba. Está ahí. Abre ahora los ojos.
No dejes que se escape su fugaz estallido
sin disfrutar su magia de rosicler y bruma.

Mírala bien. Tu alma forma parte de todo.


EL ADIÓS DEL VIENTO

Se va el viento y no guarda
memoria del paisaje que ayer besó a escondidas.

Lleva humedad de nube entre los dedos

Se va el viento, y olvida
las flores que abrazó, hojas tiernas y espinas

Se va el viento. Se marcha.
Se pierde en la distancia y olvida las veletas
Que hizo girar su soplo de ilusiones.
Se va. Deja las velas quietas,
ausentes de su voz,
vacías, mudas, yertas

Mueven, atormentados, sus alas de colores
los abanicos.
Huelen a espera los brazos de las olas
y los molinos.

Se va. El viento se va.
Mi corazón recuerda su canción en la playa
pero no llora. Sabe
que tal como se ha ido el viento volverá

No es mío el viento. Vuela.
Tampoco tuyo. Es libre
No sabe de cadenas.
Baila sobre sí mismo, se enfada, ruge, gime,
endulza agostos, trae
las primaveras

Se va el viento.
Se va.

En la orilla del agua mi corazón se queda.

SINCE YOU HAVE GONE


Since you have gone the hall is empty,
there's no light at the bathroom,
the kitchen is alone, and the only things
remaining at the fridge are frozen words...
and frozen songs

So, dear, come back,
light out a candle to make me think
there's still your heart to handle
carefully, but tight,
hyphened within my hands,
close to my lips,
and feel still are warm
the roots we used to share,
and not alone
the branches of our arms.

SOLO SILENCIO

Hiela, y aún no llegó el invierno.

En la ventana
el viento da recado de tu huida,
la lluvia llora cartas sin firmar
en las hojas que mueren.

Ya no estás.
Consumado el adiós.
No queda nada.
Voy dejando apagar
las brasas, en silencio,
con los oídos ciegos,
los ojos mudos
y el corazón sordo.

Empiezo a trasmutarme
en fósil. Todo es piedra.
Solo hace falta un mazo
para volver al polvo.

¿para cuando la escarcha
que me vista de blanco?

Te espero y tú no vuelves.
No vuelves. No te espero.

Nada. Solo silencio gris,
silencio solo.

Solo silencio.