28 abril 2007

DONDE TERMINA EL DÍA


Sin llamar a la puerta
la visita la gris melancolía
aquella vieja agria
que dejó atrás
Vuelve para quedarse
hoy, que la ve sin fuerzas
para decirle: "Vete
noramala"
hoy, que ya no le importa
deshacerse en el polvo

Frente a frente
consumen la amargura
ardiendo en una taza negra
mientras,
sin prisa,
la arpía
desabrocha uno a uno los botones
que sujetan su piel sobre la ausencia,
agranda los vacíos,
los desgarros,
quiebra los asideros de palabras,
deshilacha uno a uno los amarres
para trenzar con ellos
la soga del cadalso,
grilletes de quietudes infinitas

No queda nada
Concluyeron prólogos y prefacios,
hijos, árboles, libros,
escriben por sí solos el resto de sus vidas.
Los viejos
terminan sus memorias sin ayuda
-todos morimos solos-

No hay amor
que se rompa con la ausencia.
Cada quién
tiene su viceversa en otros ojos,
sus huesos alojados
en otros brazos-cuna,
en otros vientres-cueva.

No tiene dioses,
patrias,
ni banderas
que enarbolar con fe.
No tiene credos,
razones
ni excusas
para seguir en pie.

Sus manos
construyen solo cimientos de humo,
castillos de nostalgias.
Sus ojos
ven
llegar por fin el momento preciso,
idóneo,
de construir la ausencia,
de callar,
mientras el agua inunda
la huella de sus pasos
y la pleamar
borra sus cicatrices.

Deja la habitación abierta,
libros,
músicas,
que otros vivan o maten.
Inútiles
las llaves
ahora que no regresa.

Se marcha con la Gris,
la vieja Parca,
donde termina el día.

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