28 abril 2007

OTOÑO


Me cuentas que el Otoño es una hoja
que cae, melancólica, hasta el suelo.
Una estación de tren con pañuelos de niebla
diciendo adiós, una sonrisa débil
del sol entre los sauces,
precursora de inviernos descarnados.
Mil olas que se apartan
dejando abandonadas caracolas de nácar
y botellas que no llevan mensaje.

Pero no, amor, no es eso -o no es eso tan solo-
Otoño no es un pueblo de sonrisa dormida.
Es regocijo y canto de taberna,
es fiesta de cosecha, con pámpanos jugando
al corro en los cabellos de las niñas.
Somos los dos, haciendo parapente
en el frescor del aire renovado,
colgados de las hojas de oro y carmín,
barquillas en el aire.

Otoño es una taza de humeante café
para tu boca dulce encendida en mi boca,
los verdes de las uvas-ojos, y de los pinos,
que no apaga el invierno ni la lluvia.

Otoño es esa luz que me llena el espíritu
y fructifica en mí tu siembra de luceros,
(arco iris de carne que quisiera estallar,
incendiándote el alma)

Otoño es tempestad, arremetiendo
para arrasar con todos los escollos,
romper murallas, anegar desiertos,
y cubrirte de agua, de vida, de deseo.

Otoño es fuego, hogar, recuerdo, vida,
atemperada calma, caricias en la noche.
Otoño es la pasión que se serena
y duerme entre tus brazos,
con sabores de bayas y de arrope.

No me digas que es triste,
ni solitario, ni gris, ni cadáver.
Por ti, y en ti, memoria de mi olvido,
llevo vestido mi corazón de Otoño
y todos sus colores palpitando en la sangre.


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