28 abril 2007

JILL & JOE


Jill y Joe están sentados
frente a su ordenador.
La pantalla reluce
de puntos destellantes:
objetivos de asalto
sobre mapas electrónicos.

Jill y Joe llevan cascos,
micros y auriculares
ergonómicos, webcams
como terceros ojos
sobre sus rubias cabezas.
Una luz roja parpadea.

Jill y Joe controlan
el avance de sus tropas.
Los micrófonos hablan
entre ruidos de estática.
Soldados acorazados
en territorio enemigo.

Está prohibido fumar
en la sala de ordenadores.
Fumar perjudica
seriamente la salud
de nuestros jóvenes.
Son nuestro futuro.

En el ciberespacio
solo están permitidas
chispas de la vida,
enlatadas según mandan
las leyes del marketing.
Bebe Coca-cola peque.

El último grito en juegos
es “Libertad para Irak”
Lo tiene todo, dicen:
Estrategia y armamento,
tropas de élite, y civiles
que salvar del horror.

Sus compañeros virtuales,
avanzadillas en zona
enemiga, firmes aliados,
gritan por los auriculares
mientras golpean mesas,
y lanzan misiles cruiser
y granadas de mano.

"¡Dame más vida! ¡Pronto!"
Grita Jill a Joe desesperada.
"¡Enemigo a las cinco!"
Advierte Joe, a voces:
"¡Alerta camarada!
¡Vienen los iraquíes!
¡a cuchillo!, ¡a cuchillo!"


Pero la orden no llega:
Desde un puño irakí
desesperado, una navaja,
suiza -o sea, neutral-
acaba de cortar
todos los cables.

La realidad se ha colado
en el ciberespacio
a través de una grieta,
y los ha convertido
de repente en muertos
que no son tan virtuales.

"Este juego es una estafa,"
señala Joe a Jill
en un último agónico suspiro:
"Tengo vidas acumuladas
en la reserva... ahorradas".

Jill ya no le oye.

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