28 abril 2007

PALOMA DE MEDIANOCHE

Paloma de medianoche,
potranca de negra seda,
manos de plata pulida,
cuello grácil, crin de niebla.
Tus castañuelas repican
en las baldosas de piedra
cuando, noctámbula, bailas
zambras de pasión y entrega.

Contra la luna dibuja
tu cuerpo su silueta
del pie pequeño al altivo
contorno de tu cabeza.
El aire caliente roza
la linde de tus caderas,
el pecho, pequeño y firme,
los brazos de enredadera.

Ata la luna cordones
de luz entre tus guedejas,
crenchas trenzadas de aulaga,
de dondiego y de azucena.
En la rama el ruiseñor
tiene la garganta seca
y el búho ulula su asombro
retorciendo la cabeza
por no perder de tu danza
una sola de las vueltas.

Paloma de medianoche,
potranca de seda negra,
cuentan las malas comadres
que no tienes quien te quiera
porque le diste a un marino
la lumbre de tus hogueras
prendida, como una rosa,
en una cinta bermeja.

Dicen -y no callan nunca-
que, cuando bailas, recuerdas
sus ojos color de uva,
sus brazos de recia teca,
su boca de sal y sangre,
su piel, con olor a brea,
y sus manos recorriendo
tu piel de menta y canela.

Baila, paloma de noche,
baila, potranca de seda,
¿donde andará tu jinete?
¿donde vuela su saeta?
¿donde sueña cuando duerme?
¿donde piensa cuando vela?
¿de donde soplará el beso
que ha de mover tu veleta?

En el hueco de la luna
una mariposa sueña
con alas de fuego verde
robadas a las luciérnagas.
Como campanas al vuelo
son los pies de una morena,
tañidos en un desierto
de cánticos de sirena
y, en el último repique
que anuncia el alba y se eleva,
por la ladera vestida
de olivos y de verbena
llega, cantando, un marino
con una cinta bermeja.


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