Mece tu vientre, joven Laura, un sueño 
diminuto, tejido entre dos sangres, 
que crece lentamente como dueño 
absoluto del cuerpo de su madre. 
De burbujas de arrullos hoy tus labios 
se llenarán, y verterá el mañana 
su dulzura en el hueco de tus brazos 
y en tu regazo dormirá una nana. 
Canción de cuna, vals de mil minutos, 
que hoy alborota el fondo de tu entraña 
y, acompasados, dos pies diminutos 
de la mañana hasta la noche bailan. 
Su olor suave, tierno, indescifrable, 
te inundará ya el alma de por vida, 
un latido de amor interminable, 
una vida a tu vida entretejida. 
Y aunque en el mundo solamente hay cierto 
que todo cambia y nada es permanente, 
tienes ya algo que no mudará el tiempo: 
Madre serás, mujer, eternamente.
 
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